LUISA ALBINONI Y UNA DURA CONFESIÓN EN SU LUCHA POR LA ADOPCIÓN... "HE VISTO MUCHAS COSAS, HASTA ME OFRECIERON VENDERME BEBÉS"

Luisa es una mujer fuerte envuelta en una gran ternura. Habla pausado y con mucha claridad... es sensible y no por eso deja de ser categórica cuando algo no le gusta. Creció en Villa Urquiza, estudió en un colegio de monjas y desde muy pequeña sintió profundamente la vocación de actuar.

Frente a un espejo imitaba las poses y gestos de mujeres como Mirtha Legrand o Pinky y hasta lloraba en ese afán de reflejar con exactitud alguna escena que su imaginación iba creando.

Sin lugar a dudas recuerda una infancia feliz junto a sus padres y su hermana, pero a medida que fue creciendo, iba entendiendo que había necesidades y ella quería ayudar. Comenzó la carrera de medicina, pero no podía trabajar y estudiar por los horarios, por eso eligió la carrera de Derecho y paralelamente, estudiaba teatro. Fue entonces que su novio de aquel momento le fue directo y le dejó en claro que si quería ser actriz tenía que estudiar... Y así lo hizo.

Luisa estudió, creció en la profesión, se hizo famosa, conoció el éxito y la popularidad, pero en el camino se iba quedando su deseo más fuerte... La maternidad... "Yo era muy feliz. Había logrado consolidarme en mi trabajo y tenía una familia maravillosa, pero me faltaba ser mamá".

En una entrevista para "Intimamente" ciclo que por Radio Rivadavia conduce Alejandra Rubio, habló de estas ganas que nunca se dieron pro vencidas dentro de ella... "Tuve un bebé a los 19 años, un varoncito, que murió ni bien nació. Calculá que yo tendría que tener un hijo de casi 50 años. Luego perdí dos embarazos más, pero no habían llegado a la instancia del parto como en aquella oportunidad. Fue muy doloroso. Pero, a pesar de todo, siempre tuve la ilusión de ser mamá".

No fue fácil el camino a la maternidad, pero Luisa sabía que podía lograrlo y lo iba a intentar las veces que fueran necesarias... "Tengo sangre del grupo B negativo, y ese fue uno de los inconvenientes con respecto a la pérdida de mis embarazos", confesaba la actriz en su charla con Alejandra, y agregó: "Cuando a los 52 años pierdo mi último embarazo, mi pareja me propuso que hiciera un tratamiento de fertilización asistida. Pero por mi problema físico, no estaba apto para eso y entonces le propongo la adopción. Llevábamos 10 años de pareja, pero no fue bien recibida la idea y eso devino en que nos vayamos separando de a poco".

Luisa quería ser mamá. Lo habís sentido en su interior desde la infancia. Y si Dios no iba a darle la oportunidad de tener un hijo de manera natural, lo iba a intentar a través de la adopción: "Entonces empecé un largo camino de trámites y mucha burocracia para poder lograrlo. Las adopciones monoparentales toman más tiempo. Era todo más dificultoso. Todo mi proceso llevó casi nueve años. Viajaba por todo el país con carpetas diferenciadas, porque no todas las provincias tenían los mismos requisitos. Pero, cuando se quiere ser mamá, no hay trabas. Me tenía que presentar todos los años para renovar mi deseo, mis intenciones, y demostrar que no estaba arrepentida de mi decisión. Me alejé de mi trabajo, viajaba mucho".

La búsqueda de esa maternidad la enfrentó a situaciones muy dolorosas en lo personal y en el trato con el otro... "En todo ese tiempo he visto de todo. He visto cómo se comercializaban chicos, cómo se les ponía precio por el color de la piel. Me ofrecían criaturas por el color de ojos. Terrible. Muchísimas veces hasta me ofrecieron venderme bebes! Por eso me anoté en los organismos oficiales para que todo sea claro y sin lucro de por medio".

Los prejuicios por su profesión estuvieron a la orden del día, y hasta llegaron a hacerla cambiar su estilo de vida... "El que fuese actriz, me hizo tener a mi misma, muchos prejuicios. Me corte el pelo, ya no me maquillaba ni me pintaba las uñas de rojo. Hice todo para agradar, para que no piensen cosas raras. Es duro. Te hacen una carpeta donde te investigan a fondo. Te hacen estudios psicológicos intensos, analizan cómo es tu familia, cómo es tu casa. Te sentís como invadido, como si fueras un delincuente".

El camino no fue fácil. Dolió, generó mucha angustia y desesperación, pero Luisa sabía que podía lograrlo... y ese logro se llamó Verónica... "Fueron años muy duros hasta que Verónica, mi hija, llegó a mi vida. Yo era madrina del hogar en el que ella estaba. El juez decretó el abandono y me llamó. No podía creerlo, la conocí cuando tenía dos añitos. Hacía siete que iba a ese hogar a colaborar, pero no sabía que iba a ser mi hija".